www.facebook.com/EscuelaInfantilMisAmigos

viernes, 4 de enero de 2013

Jugar con los niños.

El juego en los niños como “algo serio” ha sido reconocido desde hace más de 400 años cuando Montaigne así lo calificó. El juego infantil no es equivalente al del adulto dado que los primeros años constituyen la época más importante para la formación y constitución del ser. El adulto pasa a otras realidades mientras que el niño avanza hacia nuevas etapas de dominio. Es éste un período de rápidas transformaciones y exigencias del ambiente, siendo el juego un medio clave para promover la transición hacia la vida adulta. 

En esta ocasión queremos presentaros 10 consejos que la seño Cris (y por ende, todo el equipo) considera conveniente tener en cuenta: 

1.- Es importante jugar con los niños desde que nacen. 
El juego no tiene, de por sí solo, un significado. En realidad parece que el niño no hace nada pero sin embargo, queridos papis, jugar con el niño es incentivar potencialmente su desarrollo pues se va modelando a sí mismo, se va ejercitando en su propio movimiento, se va aproximando al lenguaje. Según Piaget, la aparición o formación del juego se sitúa sobre el segundo estadio del periodo sensoriomotor en el que reproduce determinadas conductas solamente por el placer que le produce (sonidos guturales, juegos de manos en su campo visual, coger o soltar objetos…). Por ello, el juego con el niño –nuestra aportación mediante el incentivo a su desarrollo- forma parte de vuestros/nuestros/sus intereses, pues se practica como una necesidad psicológica de equilibrio y crecimiento. 

2.- Para jugar con un niño hay que ponerse en su mundo. 
La infancia sirve para jugar y para imitar. No se puede imitar la infancia sin sus risas y sus juegos. Gracias a estos crecen el alma y la inteligencia, mientras que esa tranquilidad, ese silencio que a veces os pueda complacer a vosotros, queridos papis, anuncia a menudo en el niño graves deficiencias mentales. "Un niño que no sabe jugar, un pequeño viejo, será un adulto que no sabrá pensar". La infancia es, por consiguiente, el aprendizaje necesario para la edad madura. Estudiar en el niño sólo el crecimiento o el desarrollo de las funciones sin tener en cuenta el juego sería descuidar ese impulso irresistible por el cual el niño modela él mismo su propia estatua. No se debería decir de un niño únicamente que "crece"; habría que decir que "se desarrolla por el juego". Ese juego es su percepción particular que le asocia a la evolución de sus capacidades. Se trata, por tanto, de participar de su visión especial para acercarla a la nuestra (bien sea en casa o en nuestra Escuela). 

3.- Hay que intentar buscar un rato todos los días para jugar con tu hijo. 
Es importantísimo respetar su tiempo de juego con nosotros. Este debe tener un hueco inamovible en nuestro horario, queridos papis, y conviene sacarlo de donde sea. Aunque se restrinja a la media hora antes de dormir, hay que convertir ese rato en una aventura intensa donde no haya sitio para las prisas ni para ninguna otra preocupación que los lazos de las muñecas, o saber cómo llegará el camión de Policía al repecho de la ventana. Por eso aconsejábamos en el anterior punto que os dejéis arrastrar por su lógica infantil, sin perjuicio de poder aportar ideas y pautas que el niño pueda utilizar. Pero lo importante es que seamos nosotros quienes nos adaptemos al juego del niño sin pretender que éste salga de él para acomodarse a nuestra “realidad de los mayores”. Aquí habrá que hacer un esfuerzo de abstracción. Sólo con ella podremos los adultos entender la lógica aplastante que -siempre- contiene el juego de nuestros hijos y alumnos. 

4.- El niño se expresa jugando. 
Entre dos y seis años no resulta tan sencillo jugar con ellos. Durante esta etapa de su desarrollo el niño necesita jugar como medio de expresión, aprendizaje y desarrollo. El juego es algo muy serio para él, es la vía para canalizar sus dudas, sus preocupaciones, su curiosidad... y, por lo tanto, puede tomar los derroteros más insospechados. Tan pronto le encontraremos sumido en las cavilaciones de un ladrón "bueno", como haciendo que la muñeca entre en la casita volando por la ventana. ¿Qué le hará pensar que las cosas son "así"? En realidad, su mundo es distinto al nuestro, al de los adultos, porque las posibilidades que le brinda la imaginación son mucho más creativas e inesperadas que las que ofrece la realidad de cada día. Pero aún queda un rasgo esencialmente característico del juego de nuestros hijos: su interés por todo lo que les rodea (que se refleja en el juego y que les impulsa a construir una realidad más "lógica") también les impulsa a invitarnos a compartirla con él. 

5.- Jugando se aprende con mucha más facilidad. 
El juego es una herramienta que los padres debemos utilizar en la ayuda al desarrollo de los niños, y no sólo porque es más fácil aprender de forma lúdica sino también porque, además, se establece un gran vínculo con el niño. Se debe estimular la inteligencia de nuestros hijos recordando que ellos aprenden a través de los sentidos. Durante sus tres primeros años de vida, el niño establece el 80% de las conexiones neuronales que serán los cimientos para el aprendizaje futuro. Por eso existen juguetes sensoriales que son muy llamativos, con texturas y sonidos muy agradables, con los cuales los niños empiezan el fascinante proceso de investigación. Y es ahí, queridos papis, en ese fascinante campo de la curiosidad, donde los adultos entramos a formar parte de un proceso de canalización adecuado. 

6.- Los mejores juguetes no son los más caros. 
Durante los dos primeros años de la vida del niño, el juego se fundamenta en el movimiento y en las sensaciones a través de los sentidos. Sentirse seguro y querido es fundamental para su crecimiento, así que los padres os convertís en el mejor juguete. Para ellos, sois como una fuente inagotable de estimulación divertida y variada, además de aportar afecto y seguridad. Para jugar con un niño no es requisito tener cualidades especiales, ni tampoco es necesario gastarse mucho dinero. Lo imprescindible es tener imaginación, paciencia y dedicar tiempo a jugar con ellos. A esta edad, un niño prefiere jugar con sus padres que estar solo con el juguete de moda más sofisticado. A partir de los dos años, sus capacidades y habilidades son mayores, lo que nos permite introducir juegos sencillos pero muy educativos: tijeras, pinturas, plastilina, arcilla, pelotas, construcciones, disfraces, puzzles… Aparece el juego simbólico; quieren y necesitan imitar a los adultos: cocinitas, teléfonos, espadas, maletines de médicos … Los juegos que potencian el movimiento y el equilibrio son fundamentales: triciclos, patines, motos, bicicletas... siempre que sean ellos quienes controlen la fuerza y el equilibrio del vehículo. Alrededor de los seis años, los videojuegos entran a formar parte de su tiempo de ocio. En líneas generales, sin negar los beneficios que su buen uso aporta, cabe destacar el papel decisivo vuestro, queridos papis, a la hora de su elección: conocer el contenido, leer las instrucciones, descartar los violentos, limitar el tiempo de juego diario y coparticipar en el juego siempre que sea posible. Y en este punto queremos hacer mención especial a los juegos tradicionales de mesa: son juegos en familia, que además de estimular el aprendizaje en los niños aportan recuerdos inolvidables de momentos familiares. En un mundo lleno de tecnología, no dejemos caer en el olvido recursos baratos pero con gran valor educativo: los cuentos, los juegos de mesa, la música, las manualidades… y el cariño, la paciencia y la dedicación de los jugadores más importantes para ellos: vosotros, los padres. Algo que nunca se anuncia ni tampoco se encuentra a la venta. 

7.- El juego es indispensable para un buen desarrollo emocional. 
Mediante las fantasías, el niño puede manejar múltiples problemas y emociones que las exigencias de la vida le hacen y para las cuales no se encuentra preparado. Son muchas las situaciones complicadas y difíciles para los niños que no son percibidas por nosotros, los adultos. En su fantasía construye un mundo en el cual puede esconderse cuando afronta mucha tensión; pero no se refugia del todo ya que va separando su vida interior del exterior al ir estableciendo límites a ésta en la medida que se ve confrontado por la realidad. Y es así como logra aumentar su capacidad de afrontar la realidad y de poner orden en su mundo interior, resolviendo y dominando dificultades psicológicas del pasado y del presente. El juego simbólico va transformándose a medida que el niño va fortaleciendo sus capacidades para responder a las exigencias que recibe del medio. Durante el tercer año, el juego de fantasías es más intenso y su visión de la realidad es más distorsionada dado que las demandas del medio rebasan sus posibilidades de ajuste. Su vida diaria se encuentra polarizada entre los esfuerzos por adaptarse a la realidad complaciéndonos a nosotros (papis y seños) y los esfuerzos para escapar de estas exigencias y satisfacer las necesidades de su naciente individualidad. A medida que madura, las presiones de los padres disminuyen y necesita refugiarse menos en el mundo de las fantasías, haciéndose más realistas sus historias. Por eso las fantasías empezarán a tener más coherencia y por esto buscará que sus juguetes se parezcan a la realidad (juegos que semejan la realidad en miniatura). Gradualmente irá interiorizando sus fantasías que serán fundamentales para el desarrollo de la inteligencia y la creatividad. 

8.- Cada edad requiere de un tipo de juego diferente. 
Los juegos que realizan nuestros hijos varían según la edad del niño y su nivel de maduración, pero también influyen sus preferencias personales. Cada edad suele llevar asociado un tipo de juego característico, que surge de forma espontánea en el niño y que es el tipo de juego que potencia mejor su desarrollo o maduración en ese momento. Los juegos de tipo motor son los que se presentan en los primeros meses de vida hasta, más o menos hasta los dos años. Simplemente consisten en realizar todo tipo de movimientos con el cuerpo o con los objetos que tiene el niño a mano y observar las reacciones que provoca cuando el niño juega con el objeto, tanto en su propio cuerpo como en la actitud de los padres, etc. Los niños introducen la ficción, la fantasía y la creatividad en el juego a partir de los dos años y medio o tres años. Esta es la etapa del juego simbólico. En el juego simbólico los niños juegan a que los objetos son cualquier cosa, como una pequeña caja que hace de teléfono, un cojín que hace de cama, etc. Así, el niño empieza a imitar roles sociales e interioriza otras maneras de hacer las cosas. Con las herramientas necesarias, el niño construye lo que en ese momento le apetece, como un coche, una casa, una cama. Este tipo de juego es más propio de los niños de 5 a 7 años, donde la capacidad mental del niño le posibilita realizar estas construcciones. A partir de los 7 años, el niño es plenamente consciente ya de la sociedad en la que está y del grupo de iguales que le rodea. Así pues su integración en el grupo pasa por aceptar las condiciones o reglas de convivencia. La primera forma en la que hace esto es iniciándose en los juegos de reglas (deportivos, de mesa, colectivos, etc) que comparte con otros niños. 

9.- Es importante observar a los niños mientras juegan, porque nos dicen cómo ven ellos el mundo. 
Con los juegos de roles el niño se prepara para el futuro anticipándolo por medio de temas repetidos, pero con sus respectivas variaciones. Aprende así los valores, reglas, convenciones y, en general, la cultura. De otro lado, la voluntad y hábitos como la perseverancia se adquieren más fácilmente en el juego que mediante esfuerzos más complejos como los requeridos para los trabajos escolares. Por eso damos tanta importancia al juego en “Mis Amigos”: porque si tenemos en cuenta lo referido hasta el momento, encontramos evidente la importancia del juego para la construcción de la identidad. Se requiere el espacio y el tiempo para que los niños sean ellos mismos, para que se descubran en largos períodos de ocio y fantasía, para que puedan pensar por cuenta propia desarrollando su creatividad. Son los momentos, queridos papis, en los cuales se dan los cimientos para la formación de la vida interior y de la autenticidad. 

10.- Tanto el padre como la madre deben poder compartir cualquier tipo de juego con su hijo. 
Por otra parte, también debemos tener en cuenta que los papás juegan de forma distinta a como lo hacemos las madres. Así, mientras las mamás tenemos mayor facilidad para comer en cazuelitas de 2 cm de diámetro, para vosotros, papás, es más sencillo tiraros al suelo a cuatro patas y fingir que sois un lobo, o poneros unas plumas en la cabeza para hacer "el indio". Sin llegar a esfuerzos que resulten artificiales, ante los cuales el niño recibiría una impresión negativa, sería bueno que los papás intentarais también introduciros en su mundo de juegos. Durante estos años intermedios, la presencia de ambos es muy importante para el desarrollo de vuestro hijo. No importa que de ocho de la mañana a seis de la tarde el papá haya estado ensimismado en los problemas de su empresa o que la mamá hay tenido que defender la más importante negociación con un proveedor de la suya. Lo que el niño necesita por la tarde, de siete a ocho, es que se conviertan alternativamente en lobo, en capitán de artillería y en cliente del puesto del mercado. 
Nada más y nada menos. 

Fuente: el equipo de “Mis Amigos”.