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domingo, 20 de enero de 2013

Sobre niños inquietos


A estas alturas no vais a extrañaros por esta exposición, queridos papis: cuando el niño cuenta con dos o tres años y hasta aproximadamente los cinco o seis (el ciclo de educación infantil), es normal que aparezca una vitalidad inagotable. ¿A que no os extraña? Porque lo habitual a esta edad es que exploren, jueguen, abran y cierren, tiren objetos… Han adquirido destreza y seguridad en sus habilidades motoras (correr, salar, trepar…) pero no son conscientes del peligro que muchas actividades generan. Sin embargo tened en cuenta que aun así, hay otros factores que aumentan a inquietud como por ejemplo:

  • Cambios en la situación familiar (discusiones o separación de los padres, nacimiento de un hermano, mudanzas, hospitalización del padre o madre, etc.).
  • Primera escolarización.
  • Problemas de relación.
  • Temperamento heredado (hemos de decirlo: el temperamento inquieto de alguno de vosotros, los papis, puede influir en que el niño también lo presente).

Nuestros bichillos son pequeñajos “tranquilos y de contenida conducta”... a pesar de la sonrisas que os adivinamos en el momento de escribir esto. Hablando en serio, no hay ninguno que manifieste problemas de trastorno en su conducta temperamental pero no olvidéis que en su vida estarán sometidos a cambios que pueden afectarle. Y ante la posibilidad de esos futuros casos (seguramente una vez superado nuestro especial primer ciclo), para controlar su temperamento y ayudarles a que vayan adquiriendo su propio autocontrol hemos seleccionado una serie de pautas de entre lo que nos dicen los expertos sin perjuicio de que vosotros, queridos papis, podáis inducir por otras distintas a vuestro hijo a una situación más relajada y “dominada” por ellos mismos:

  • Estableced normas con un lenguaje sencillo y directo a través de frases cortas y adaptadas a su nivel de comprensión. Para aseguraros de que os ha entendido podéis pedir al niño que repita lo que le habéis dicho.
  • Estableced un horario y rutina que den lugar a hábitos -que les ofrecerán seguridad y control de su entorno- por lo que la inquietud ante lo impredecible disminuirá.
  • Contadles por adelantado lo que vais a hacer cada día o en cada momento, incluso si es muy parecido a lo que hicisteis el día anterior.
  • Enseñadles a expresar sus emociones de manera adecuada, sirviendo como pauta utilizar un tono de voz adecuado; miradles directamente a los ojos cuando habléis y buscad normalmente un lugar tranquilo para dialogar con ellos.
  • Fomentad la actividad física para canalizar su inquietud y dinamismo (salidas al parque, juegos de movimiento, etc.).
  • Podéis incluso realizar ejercicios de relajación (un buen momento es antes de la siesta, antes de irse a la cama por la noche…). La lectura de cuentos, recitar poemas, etc. también ayuda en estos momentos previos al sueño para relajar al niño.
  • Felicitad y premiadle cuando esté atento, tranquilo y jugando reposadamente. Si sólo se le toma en cuenta cuando está alterado o se está portando mal (aunque sea para relajarle) aumentará ese proceder y repetirá el patrón de conducta inquieta y nerviosa.
  • En lugar de recordarle todo el día lo que no debe hacer, ofrecedle alternativas de conducta a través de actividades que pueda realizar.
  • Ofrecedle pocos estímulos al mismo tiempo. Por ejemplo, si va a comer colocadle en la mesa sólo el plato y la cuchara (únicamente lo que va a utilizar).
  • En casa, mantenedlo ocupado en actividades de su agrado pero en las que pueda colaborar y asumir algún tipo de responsabilidad como ayudar a guardar la compra, poner la mesa, etc. (por supuesto, siempre adaptando estas actividades a su edad –y más aún cuando se trata de nuestro primer ciclo, ¿verdad?).
  • Enseñadle a postergar sus necesidades, a controlase y a esperar un rato antes de ser atendido.
  • Fomentad juegos que desarrollen la capacidad de observación y de concentración: puzles, buscar diferencias, hablar sobre fotografías, recortes o láminas, colorear, recortar, etc.

Es evidente que en la Escuela establecemos determinadas pautas adecuadas a nuestro entorno y su edad. Como os hemos dicho al principio, ninguna de vuestras pulguillas manifiesta signos de desequilibrio emocional pero en el futuro estarán sometidos a cambios que sus próximos centros de educación podrán prevenir, pero será muy importante que esa conductividad de comportamiento pueda tener su oportuna continuidad en casa. Esta es la forma de que los profesionales de la enseñanza de cualquier nivel trabajemos juntos con vuestros hijos.

¡Hasta el próximo post, queridos papás!

Fuente: I. Orjales. “Déficit de atención con hiperactividad” (2000).