Como
estimuladores del desarrollo socio-afectivo del niño, papás y profesoras
compartimos la responsabilidad de tratar de entender los problemas que pueden
surgir a lo largo del desarrollo y que, si no se tratan adecuadamente, pueden
dificultar un aprendizaje óptimo en el que la futura personalidad del niño
puede quedar comprometida. Hay que tener en cuenta que, para ser efectivos, los
patrones educativos deben incidir significativamente en la conducta del niño
provocando determinadas actitudes o bien modificándolas para lograr un ajuste
más positivo.
Lo
primero que debemos tener en cuenta es la importancia del ámbito familiar y
escolar en la integración del niño en la sociedad. Tenéis que saber que los
mecanismos de aprendizaje por condicionamiento, imitación de modelos e
identificación se ponen en juego en estas edades tempranas. Esta identificación
es un mecanismo inconsciente que se establece con los padres debido al nexo
afectivo, en el sentido de que lo que vosotros “representáis” es lo único que
inicialmente conoce el niño.
Por
otro lado, la disciplina es otro mecanismo que generalmente implica el uso de
condicionantes que, teóricamente (y sólo teóricamente), determinarán en el niño
un tipo de conducta. Por eso mucho cuidado, papás: la disciplina puede ser
fuente de autonomía o de dependencia. Toda disciplina que no implique la
posibilidad de que el niño cuestione su conducta y escoja opciones posibles
nunca es positiva. De hecho, la identificación tiene mayor efectividad que la
disciplina, y tanto en la familia como en el Centro debe suponer el mecanismo
prioritario de aprendizaje en los niños.
Por
todo ello, nosotras somos conscientes de que nuestro trabajo es una especie de “aporte
compensatorio e integrador” de las diferencias individuales. La teoría nos dice
que tal compensación consiste en:
- Respetar la individualidad de cada niño superando marcos referenciales homogeneizantes (os lo traducimos: el niño no debe ser comparado ni evaluado en relación al grupo, sino a su mismo progreso personal).
- Admitir la diversidad como algo consustancial a la Escuela (os lo traducimos: no nos basamos en patrones fijos de esquemas educativos sino en la adaptación de la personalidad y circunstancias de vuestros hijos).
En
definitiva, se trata de establecer flexibilidad en el planteamiento de
actividades. La “seño” parte del conocimiento de cada niño y, si bien se
requiere en toda escuela infantil una metodología global, se mantiene una estrecha
interdependencia entre las facetas del niño atendiendo a las distintas demandas
que cada uno exija.
Pero
para nosotras, queridos papás, la idea de “comunidad educativa” no implica
exclusivamente la influencia de nuestro Centro sino el hecho de que todos los
que incidimos en la formación del niño (vosotros, nosotras, sus abuelitos o
cualquier elemento de influencia de su entorno) trabajemos conjuntamente, cada
uno desde nuestro ámbito, en la consecución de unos objetivos propuestos y
asumidos por todos. De ello dependerá, en gran medida, el resultado en la
formación de vuestro hijo.
¡Hasta
el próximo post, queridos papás!
Fuente:
Pérez, M. y Calzada, P.: “Escuela infantil y familia” (1991).