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sábado, 20 de abril de 2013

Educar en el esfuerzo.


Nos encontramos en una sociedad llamada “de bienestar” (y a pesar de la época por la que atravesamos, “de consumo”) en la que muchas pautas educativas parecían ofrecer la posibilidad de acceder, casi sin esfuerzo personal, a todas las necesidades como si siguieran esta secuencia: “me apetece / lo quiero / lo tengo / de inmediato”. Y a la larga, la consecuencia de esto es la incapacidad para soportar esfuerzos asociada a sentimientos de impotencia, frustración, no valoración de las cosas, incapacidad de disfrutar y falta de reacción ante la adversidad.

Por ello, queridos papis, es necesario prepararles para responder ante los “conflictos” y ayudarles a potenciar la fuerza de voluntad, la capacidad de superación y el desarrollo futuro de una sólida personalidad. Así, los expertos nos presentan una serie de criterios generales para potenciar el valor del esfuerzo en nuestras pulguillas:

  • Enseñarles a asumir responsabilidades (por básicas que sean) y a ser autosuficientes.
  • Ayudarles a controlar sus impulsos para que sean capaces de demorar sus gratificaciones o “recompensas” y aprender a tolerar la frustración. Y –lógicamente- para ello conviene no ceder a sus caprichos e incluso trazar con ellos en casa un básico programa de tareas (abrochar botones, atar cordones de zapatos, juguetes ordenados, asearse solos…).
  • Destacar el esfuerzo que hay detrás de los logros.
  • Dosificar regalos.
  • No permitir dejar las cosas sin acabar.
  • Acostumbrarles a que adquieran compromisos y exigirles su cumplimiento.
  • Enseñarles con nuestro ejemplo a superar con humor situaciones frustrantes y aprender a tener metas “realistas” ("¡Ahí va! ¿Has visto, Nacho? A papá no le ha salido... Bueno, no pasa nada: vamos a hacer este otro más fácil y luego ya lo intentaré otra vez con el difícil").
  • Procurar que compartan, regalen y participen en pequeños actos solidarios (regalar sus juguetes en determinadas campañas a los niños más necesitados, empezando así a conocer el concepto del desprendimiento junto al de la generosidad).
  • Proponer objetivos concretos que podamos controlar diariamente.
  • Comenzar a introducirles en lo que se convertirá en disciplina a través de pequeños hábitos progresivos (los mencionados programas básicos de tareas convertidos en costumbre).

Lejos de ser considerado un “logro”, comenzar a educar a las fieras en el valor del esfuerzo es una necesidad, por cuanto que los niños requieren de un patrón de conducta, una referencia por la que ordenar su propio entorno social. Como podéis deducir del artículo, queridos papis, a ello no es únicamente acreedora la Escuela: esta es una de las derivadas del común esfuerzo entre vosotros y nosotras en la correcta orientación de vuestros (y nuestros) peques.

¡Hasta el próximo post, queridos papás!

Fuente: Villanueva, M. J. “Programa de apoyo familiar” (2007).