Vivimos
en un mundo donde todo va a toda velocidad. Un mundo en el que todo son prisas,
estrés… Un mundo en el que damos casi todo hecho a los peques, donde hemos
comprimido nuestra capacidad de imaginar y crear a partir de medios básicos.
Precisamente por ello la pedagogía actual tiene como objetivo considerar al niño
como “creador” y no sólo como “receptor”, como lo hacía la escuela tradicional,
y así se tiene ahora en cuenta la importancia del mundo interno del niño, sus
sentimientos, pensamientos y forma de expresarlos.
Para
fomentar la creatividad en los niños es fundamental facilitarles la acumulación
de experiencias y conocimientos. A medida que estos van madurando, se
desarrolla en cerebro de cada pulguilla la configuración de ideas y conceptos
hasta que irrumpen en el consciente. Todo esto significa que hay que fomentar
en los niños su propia iniciativa de búsqueda, la posibilidad de acercarse al “tanteo
experimental”, valorando la importancia de que el niño se equivoque para poder
aprender de los errores por propia experiencia. Por supuesto, sin dejar de
tener una actitud positiva por nuestra parte (papis y seños) hacia esos errores
en los que debemos destacar los aspectos positivos de todo intento, por encima
de los negativos (no hace falta aquí puntualizar, queridos papis, que nos
referimos a intentos supervisados).
Plantear
las conclusiones sobre ese intento de forma interrogativa es básico para que el
niño aborde, a su modo, la deducción. Y lógicamente, de la misma forma es
necesario potenciar la perseverancia en la tarea alentándoles a alcanzar los
objetivos propuestos. Esta acumulación de experiencias y conocimientos no tiene
acceso sin el incentivo de la sensibilidad hacia el mundo que les rodea. En
efecto, es a través de la observación y los sentidos como el niño accede a un
mundo de conocimientos, de captación de los “fenómenos de las cosas” por el que
comienza a desarrollar el pensamiento abstracto adquiriendo conceptos mentales
para relacionar, comparar y despertar su sensibilidad ante el entorno. Y esa
misma sensibilidad debe ser “inconformista”: es necesario potenciar un
aprendizaje continuo de la vida y sus matices enseñando que las experiencias
pueden tener distintas soluciones, diferentes puntos de vista.
Por
ello es fundamental respetar las características y peculiaridades de cada niño,
enseñándole a respetar también las de los otros para ir formando una
personalidad definida y segura. Hay que tener en cuenta que en los antiguos
modelos de educación la originalidad de los niños no estaba bien vista,
tendiéndose por entonces a la uniformidad absoluta de criterio. Hoy, por el
contrario, se hace hincapié en los beneficios de inculcar al niño seguridad y
confianza en sus posibilidades, en su autoestima y valoración propia para que
aprenda a defender, en un futuro, sus ideas e iniciativas aunque no coincidan
con las opiniones de los demás.
¡Hasta
el próximo post, queridos papás!
Fuente: Guilford, J.P. “La creatividad” (1980), P. Gomes Olazábal. “Imaginación y creatividad” (2005).