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sábado, 9 de marzo de 2013

La creatividad (I)


Vivimos en un mundo donde todo va a toda velocidad. Un mundo en el que todo son prisas, estrés… Un mundo en el que damos casi todo hecho a los peques, donde hemos comprimido nuestra capacidad de imaginar y crear a partir de medios básicos. Precisamente por ello la pedagogía actual tiene como objetivo considerar al niño como “creador” y no sólo como “receptor”, como lo hacía la escuela tradicional, y así se tiene ahora en cuenta la importancia del mundo interno del niño, sus sentimientos, pensamientos y forma de expresarlos.

Para fomentar la creatividad en los niños es fundamental facilitarles la acumulación de experiencias y conocimientos. A medida que estos van madurando, se desarrolla en cerebro de cada pulguilla la configuración de ideas y conceptos hasta que irrumpen en el consciente. Todo esto significa que hay que fomentar en los niños su propia iniciativa de búsqueda, la posibilidad de acercarse al “tanteo experimental”, valorando la importancia de que el niño se equivoque para poder aprender de los errores por propia experiencia. Por supuesto, sin dejar de tener una actitud positiva por nuestra parte (papis y seños) hacia esos errores en los que debemos destacar los aspectos positivos de todo intento, por encima de los negativos (no hace falta aquí puntualizar, queridos papis, que nos referimos a intentos supervisados).

Plantear las conclusiones sobre ese intento de forma interrogativa es básico para que el niño aborde, a su modo, la deducción. Y lógicamente, de la misma forma es necesario potenciar la perseverancia en la tarea alentándoles a alcanzar los objetivos propuestos. Esta acumulación de experiencias y conocimientos no tiene acceso sin el incentivo de la sensibilidad hacia el mundo que les rodea. En efecto, es a través de la observación y los sentidos como el niño accede a un mundo de conocimientos, de captación de los “fenómenos de las cosas” por el que comienza a desarrollar el pensamiento abstracto adquiriendo conceptos mentales para relacionar, comparar y despertar su sensibilidad ante el entorno. Y esa misma sensibilidad debe ser “inconformista”: es necesario potenciar un aprendizaje continuo de la vida y sus matices enseñando que las experiencias pueden tener distintas soluciones, diferentes puntos de vista.

Por ello es fundamental respetar las características y peculiaridades de cada niño, enseñándole a respetar también las de los otros para ir formando una personalidad definida y segura. Hay que tener en cuenta que en los antiguos modelos de educación la originalidad de los niños no estaba bien vista, tendiéndose por entonces a la uniformidad absoluta de criterio. Hoy, por el contrario, se hace hincapié en los beneficios de inculcar al niño seguridad y confianza en sus posibilidades, en su autoestima y valoración propia para que aprenda a defender, en un futuro, sus ideas e iniciativas aunque no coincidan con las opiniones de los demás.

¡Hasta el próximo post, queridos papás!

Fuente: Guilford, J.P. “La creatividad” (1980)P. Gomes Olazábal. “Imaginación y creatividad” (2005).