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domingo, 17 de febrero de 2013

Sobre motivación y hábitos.


En general, en Educación Infantil hablamos muy a menudo de los hábitos. Y es que un hábito va muy ligado a la adquisición de autonomía, al momento evolutivo del niño y a la cantidad y calidad de las normas de los diferentes contextos. Por eso, queridos papis, es fundamental conocer enseguida cómo es el niño, qué es lo que realmente puede conseguir en un periodo determinado de su desarrollo, qué normas queremos que cumpla y cuáles de esas normas son fijas o “negociables”.
Una vez tenemos claro lo anterior (lo que –admitimos- es harto complicado) podemos destacar los hábitos principales en los momentos de descanso, alimentación, higiene y socialización. Y cuando se concretan –dentro de esas grandes áreas- cuáles son los actos que queremos que los niños adquieran, repitan y asimilen… resulta que podéis encontraros ante una negativa más o menos explícita de los peques. Ojo a este detalle: si estamos aquí empleando la segunda persona del plural no es porque en el centro podamos carecer de estas decisiones por parte de nuestras fieras, sino porque el condicionante que provee el propio entorno influyente de Escuela y grupo las hace menos determinantes en la voluntad de alguna pulguilla.
Pero continuemos. Ante la perspectiva anterior, ¿qué podéis hacer? Pues podéis emplear recursos como la curiosidad innata o los modelos adultos y su atractivo, o dicho de forma distinta, la “significatividad de la tarea” o el “reto de ser mayor”. Pero volviendo a la potenciación de adquisición de hábitos, las técnicas de motivación que usualmente se utilizan en nuestra Escuela (y que son de uso común también en entornos familiares) son estas que os referimos:
  • Los refuerzos sociales positivos: se pueden utilizar de forma aislada o en compañía de otras técnicas. Son los elogios, las sonrisas, los aplausos… Con ellos pretendemos mostrar al niño la capacidad que tiene de mejorar su autonomía, hacerle ver sus esfuerzos por mejorar y elogiarle por las mejoras conseguidas y el progreso realizado, inspirándole confianza en sí mismo.
  • El logro continuo: a la hora de proyectar una tarea o trabajo, la seño (y también vosotros, papás) se asegura de que el alumno pueda concluir tal trabajo con un pequeño esfuerzo. Poco a poco, a lo largo del curso, va aumentando el nivel de dificultad hasta que adquiera la rutina completa y solo sea cuestión de repetir.
  • El error rehabilitado: le presentamos el trabajo dejando que se equivoque y no pueda llevarlo a término. ¡Evidentemente, no es “puñetería”! : ¿cuántas veces hemos vivido aquello de “aprender de los errores”? Pues sí, es también una técnica empleada en lo peques. Es entonces cuando le aportamos la ayuda necesaria hasta resolverlo satisfactoriamente (pero ojo: no debe abusarse de esta técnica para evitar continuas frustraciones, quizá invisibles a priori por nosotros los adultos).
  • La competición: la clave está en presentar el trabajo al peque como si fuera un desafío. En la Escuela no fomentamos la competición colectiva entre alumnos, sino que individualizamos el reto en aras de evitar lo mencionado en el anterior punto: la frustración. Todavía es una edad temprana para situar al niño en un plano de comparativa social. Pero aun individualmente, también debemos graduar el nivel de dificultad para convertir el objetivo en alcanzable.
  • La participación activa: el objetivo es estimular continuamente al niño para que participe en el contexto en que se encuentra. Al darles la posibilidad real de sugerir, opinar y hasta planificar, les hacemos ser partes integrantes del grupo y, por tanto, responsables colectivos de todo lo que en él sucede.
  • El trabajo cooperativo: se trata de dividir el trabajo para resolverlo entre varios alumnos (incluyendo a la seño). De momento somos poquitos, ya lo sabéis, pero en realidad conviene que el grupo no sea siempre el mismo, ni tampoco que cada pulguilla desarrolle siempre las mismas funciones. Así, cada peque es ”responsable” (término que pronto acuñamos) de su parte del trabajo, del que a su vez formará parte del éxito final colectivo o, en su caso -¿por qué no?- dar “explicaciones” (tranquilos, papás: son escenas en que la seño se aguanta la risa y procede a la cariñosa explicación colectiva a modo concluyente).

En resumen, intentamos que en el entorno de la Escuela, su segunda casa, vayan adquiriendo por sí mismos esos primeros retos internos que en su vida irán constituyendo, ya consolidada, la autoexigencia y responsabilidad. Pero estos temas son ya palabras “de mayores”, ¿verdad?

¡Hasta el próximo post, queridos papis!

Fuente: Basterretche Baignol, J. “Técnicas y recursos para motivar a los alumnos”. 2000.