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domingo, 10 de febrero de 2013

¿Cómo afrontamos la "rabieta" del niño?


Esta semana nos han parecido muy interesantes las sugerencias de Rocío Pilar Valero, pedagoga terapéutica, sobre el tratamiento de las rabietas. Si ben las seños y los papás empleamos recursos basados en larga experiencia, no está de más plantear como metodología el hecho de afrontar estas situaciones.

Así pues, ¿cómo podemos paliar estas conductas desafiantes o desajustadas? En las etapas infantiles, el niño no tiene las herramientas adecuadas y suficientes para manifestar su desacuerdo, indiferencia, preferencia… y al no tener consolidado su lenguaje, su forma de manifestar lo anterior suele ser a través de las rabietas. Lo patológico de las mismas es su intensidad y duración, debiendo registrar diariamente cuál ha podido ser el posible desencadenante y qué intensidad han tenido las mismas. Por supuesto, queridos papis, no nos referimos a llevar un listado clasificado en fichas o registro cronológico en hojas Excel, pero sí hemos de atender especialmente a los orígenes y consecuencias.

En ese sentido es muy importante no ceder a las rabietas del niño. Para ello hace falta que tengamos paciencia, que nuestra voz sea firme pero serena porque ya ha captado nuestra atención (que al fin y al cabo es lo que quiere). Además, mostrándonos en calma ante una situación frustrante, mostramos y enseñamos al niño maneras adecuadas de controlar la ira y la frustración. Debemos asimismo acompañar todo ello de un lenguaje oral ajustado al nivel de comprensión del niño, formulando instrucciones claras, concisas y acompañadas de nuestra acción para que el niño tenga un modelo de lo que hay que hacer. También resulta más adecuado dar las explicaciones agachándonos a su altura para asegurar la atención, mirada, comprensión y evitar infundir en el niño una sensación de “dominación”.

Debemos explicarle, de forma muy clara, cuándo y de qué manera va a obtener nuestra atención. Es cierto que en la guarde gozamos de un contexto mucho más apropiado para requerir y obtener tanto la atención como la comprensión a las directrices que estipulamos, pero… también somos madres. En ambos entornos, debemos explicar al niño (de forma muy clara) cuándo y de qué manera va a obtener nuestra atención. Es necesario trazarle unos límites desde el cariño, aunque sin perder la firmeza. Por ello, cuando las rabietas hayan disminuido en intensidad y tras no prestarle atención durante un tiempo (según los expertos, aproximadamente un minuto por año de edad –aunque sin perderle de vista) será cuando acudamos a él. En ese momento, calmados y con un lenguaje ajustado a sus características, procederemos a las oportunas explicaciones.

Otra forma más incisiva de expresar su rabieta es cuando el niño pega. Esta es una fase evolutiva en las relaciones sociales infantiles, pero también puede resultar patológico si su intensidad y duración son altas. Cuando suceda esta circunstancia hay que explicar al niño que esa acción produce dolor en otro niño y él mismo -con ayuda de la seño o familiar adulto- tiene que resolver el conflicto (por ejemplo, pidiendo perdón y dando un beso). Hay que tener siempre presente que ellos no tienen esa capacidad para resolver conflictos: nosotros tenemos que darles las herramientas de resolución para que ellos puedan interiorizarlas.

En definitiva, queridos papis, nos encontramos en un proceso de canalización de conductas en el que, como adivinaréis, seguimos la misma línea tanto en casa como en la Escuela. No planteamos contrarrestar actitudes sino cursar, basándonos en el diálogo y la explicación sin perder la “cariñosa firmeza”, el aprendizaje del propio niño a la hora de ir moldeando situaciones que poco a poco irá controlando.

¡Hasta el próximo post, queridos papás!

Fuente: Rocío Pilar Valero. CEIP Mario Vargas Llosa, 2011.